Una de las franquicias más tradicionales del béisbol mayor son los Piratas de Pittsburgh. No hay esquina en el planeta de los amantes del deporte del guante y el bate que no falle en tener conocimiento de la franquicia bucanera acentuada en la llamada ciudad del acero en el oeste del Estado de Pennsylvania.
Fueron los Piratas de 1903 los primeros representantes de la Liga Nacional en la historia de lo que usted lector conoce hoy como la Serie Mundial. Puede que no sean tantos campeonatos mundiales como otras organizaciones pero nadie olvida sus reinados por sus momentos especiales de 1960, 1971 y 1979. El primero el jonronazo de Bill Mazeroski que dejó en el terreno a la maquinaria de los Yankees de Nueva York en el Forbes Field; en 1971 la serie que finalmente le dio el toque a Roberto Clemente del reconocimiento de super estrella en todas las mayores y en 1979 los llamados “La Familia” liderados por Willie Stargell.
La crónica de esta organización es inmensa pero en estos días ha resurgido entre los suyos en especial gracias a la unión de todos los medios de comunicación que cubren el conjunto para que después de tres siglos de historia esta organización tenga finalmente su propio salón de la fama.
Hoy día 16 de las organizaciones de las 30 que componen el béisbol organizado tiene su propia forma de honrar para la eternidad sus grandes en alguna forma de pabellón de la fama.
Es cierto que los Piratas tienen un sin número de reconocimientos, honores y hasta estatuas en su actual hogar el PNC Park a sus grandes Honus Wagner, Maz, Clemente y Stargell pero no tienen su propio salón que reconozca a los suyos en su propio lugar.
En tiempos recientes miembros de la prensa de Pittsburgh se han unido para que este sueño sea realidad en el propio PNC Park. En realidad si usted viaja hoy a Pittsburgh todo aquello de destaque de la franquicia la puede encontrar en una sección dedicada a los Piratas en el Heinz History Center y si es un asiduo “fan” de Roberto Clemente el lugar a ir es el Museo Roberto Clemente localizado en el corazón de Lawrenceville en Pittsburgh.
Por cierto, en el PNC Park además de las estatuas antes mencionadas a sus cuatro grandes, en el lado derecho del estadio hay una sección con rótulos de sus números retirados y en honor a “The Great One” toda la varda derecha es dedicada totalmente al número 21.
En esta idea que esta dando vueltas una vez más no hay duda que de hacerse realidad la primera clase será el grupo de nueve que ellos reconocen al presente como sus grandes. En ese grupo esta Roberto Clemente.
Para futuras clases de un salón propio estoy seguro que la prensa local tendrá sus favoritos pero por aquello de darles una mano de nuestro lado no deben faltar en ese proyecto grandes de América Latina y de sangre hispana que gloria y notoriedad le dieron a Pittsburgh en determinados momentos en su historia.
En nuestro granito de arena de ser realidad este salón de la fama de la fama de los Piratas de Pittsburgh de inicio en la segunda clase deben ser exaltados de entrada inmediata Manny Sanguillén y John Candelaria. En futuras clases deben tener consideración de estudio por sus aportaciones Tony Peña, Omar Moreno, Bobby Bonilla y Mateo Alou.
Enhorabuena que los Piratas de Pittsburgh estén considerando su propio pabellón para sus propios inmortales. Que sea realidad eso el tiempo nos lo dirá.
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