Fue en esas últimas como se dice en el argot popular beisbolero que vi jugar a Orlando Cepeda en la franela de los Cangrejeros de Santurce del béisbol profesional de Puerto Rico. En ese equipo, que el año se me escapa de mi memoria, uno de sus compinches lo era Tany Pérez. Uno de los mejores dúos que vi en el diamante en la pelota borincana en un mismo equipo. Probablemente en esa categoría de ‘HOF’ lo más cercano visto de dueto puede que sea realidad algún día de los Senadores de San Juan el de Roberto Alomar con Edgar Martínez.
Con el pasar de los calendarios conocí a un Peruchin en un sin número de ceremonias, homenajes y reconocimientos. Su amabilidad nunca fallo de primer orden pero más relucía de su personalidad las palabras de grandes que escuchaba entre otros Juan Marichal y Felipe Alou que en cada oportunidad social nos dejaban saber lo grande que fue su gran pana.
Cepeda fue hijo de uno de los más grandes peloteros del béisbol puertorriqueño romántico, Don Pedro “Perucho” Cepeda, pero él supo poner su propio nombre en el mapa del deporte del guante y el bate. En su año de debut en las mayores en su primer partido conecto de jonrón y en un abrir y cerrar de ojo se convirtió en uno de los favoritos de la fanaticada de los Gigantes.
Por cierto, ese primer juego en su carrera ese jonrón fue ayuda de la primera victoria de la franquicia en su nueva ciudad en San Francisco y partido que lo gano desde la lomita el boricua Rubén Gómez.
Esa primera campaña todo lo hizo bien. Fue líder en dobles en su circuito y toda su potencia ofensiva puesta le gano ser elegido unánime Novato del Año de la Liga Nacional. Fue el primer puertorriqueño en recibir uno de los principales honores oficiales que confiere las Grandes Ligas y nadie debe olvidar que llego noveno en la votación para Jugador Más Valioso.
Tres años después, 1961, fue probablemente uno no olvidar en el terruño de Borinquén. Cepeda esa temporada fue el líder en cuadrangulares y carreras impulsadas y su compatriota Roberto Clemente fue el campeón bate de la Liga Nacional. Increíblemente, ninguno de ambos fue el seleccionado para Más Valioso del circuito nacional.
No fue hasta 1967 que su nombre brillo en grande. De “Baby Bull” se convirtió en “Cha Cha” en la franela de los Cardenales de San Luis. Esa temporada por segunda ocasión gano la corona de carreras impulsadas y entre números de excelencia le sirvió ser escogido unánimemente Jugador Más Valioso de la Liga Nacional.
Fue precisamente en la camisa de San Luis que jugo en dos de sus tres Series Mundiales en su carrera y obtuvo sortija de campeón en 1968.
Cepeda mucho se dice sus dolientes rodillas no le ayudaron en la década de los 70’. No obstante en 1973 jugando para los Medias Rojas de Boston fue seleccionado el primer bateador designado en la historia en obtener el galardón hoy conocido como el Premio Edgar Martínez para el más sobresaliente bateador designado de la Liga Americana.
Cepeda cerró su carrera en 1974 con los Reales de Kansas City. En 17 campañas acumulo .297 de promedio de bateo, 379 jonrones con 1,365 carreras impulsadas.
En 1993 por siete votos no entro en el Salón de la Fama pero gracias al Comité de Veteranos fue electo en 1999 ser un inmortal en Cooperstown. Ese año los Gigantes retiraron su número 30 y recalcaron su inmortalidad en las mayores al develar una estatua de su imagen en el 2008 en los predios que hoy es fija en AT&T Park en San Francisco.
Nunca es fácil decir adiós pero en este instante a ritmo salsero y jazz como el propio Orlando Cepeda hubiese querido soneamos con una canción compuesta en el 2006 por el percusionista cubano Armando Peraza junto a la pianista Rebeca Mauleon y que mejor título “Cepeda Forever”.
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